La autora de Destinos errantes (2018) será parte de la Escuela de Crítica de Valparaíso con el Curso de Crítica Literaria. Ahora que no podemos desplazarnos ni siquiera de nuestras casas, su invitación es a viajar a través de los libros, revisar el trabajo de escritoras actuales latinoamericanas, y apoyar el esfuerzo de varias editoriales independientes chilenas que las han publicado y dado visibilidad en este confín del mundo. 

Por Valeria Viancos

Andrea Jeftanovic (49) revela parte de su hogar a través de una videollamada para la realización de esta entrevista. Como gran parte de la sociedad, ha tenido que adaptarse para los cambios y exigencias que se presentan con la cuarentena. Para alguien que está en constante movimiento, un alma viajera y aventurera, su experiencia dentro de todo ha sido positiva: más tiempo para su familia, sus mascotas y para su trabajo como escritora. Es su refugio ante el frío santiaguino. Sin embargo, también lamenta aquello que no se pudo concretar, la incertidumbre que genera y los aprendizajes que nos deja la pandemia. Y, también, ha sido difícil resignarse a la educación telemática, por su rol como docente en el departamento de Literatura y Lingüística de la Universidad de Santiago de Chile, “no conocer a los alumnos, su expresión corporal, mirarlos a los ojos”.  Y claro, ni hablar de no ver a la familia y a los amigos cercanos.

Ante esto, reflexiona: “Hay una pregunta más local, que es la política y el tipo de sociedad que queremos los chilenos. La pandemia desnuda nuevamente todas nuestras carencias, la tremenda desigualdad, la falta de confianza hacia los políticos. Esto se pone a prueba con un sistema económico voraz, demasiado individualista, mientras que la pandemia necesita todo lo contrario: la interdependencia y la verdad y la ciencia sobre el marketing. Esta pandemia derriba al pseudo jaguar habitado por altas torres vidriadas que ocultan campamentos sin acceso a servicios básicos, el trabajo sin seguridad, la falta de educación. El Covid solo subraya algo que siempre es así: las decisiones individuales incorrectas afectan al resto. La reforma a la Constitución, que quedó en pausa, invita a repensar varios cambios estructurales porque no podemos apelar a la caridad en cada emergencia, sino a constituirnos en un Estado de bienestar eficiente pero cariñoso, moderno pero congregante, transparente y criterioso”.

Destinos Errantes es todo lo contrario al confinamiento, se trata de un interesante viaje físico y mental donde nos cuentas tus experiencias y emociones, ¿cómo fue el proceso de maduración de este libro?

–Este es un libro que ha acompañado a todos mis libros. Yo diría que es mi libro más antiguo y más nuevo, porque hay fragmentos de esos textos que fueron escritos en el año 1997 y fue publicado por primera vez en España en el 2016, y luego en Chile el 2018, entonces tiene 20 años de trayectoria. Hay pasajes donde hay ficción, pero no es un registro tan autoficcional porque tiene mucho de imaginación a partir del conocimiento de esos lugares. Jamás pensé que iba a hacer un libro, eran diarios de viaje, bitácoras de lo que leía y veía, similares a las croqueras de muchos lugares que visité, con fragmentos aislados en una época pre-virtual donde existía toda esa fascinación por el archivo, el mapa que te pasaban, la entrada del museo, la fotografía casi análoga, los folletos. Todo eso lo incorporé. Ahora siento que es un libro que pertenece a otra era: cuando se podía viajar con pocas restricciones.

Foto: Valeria Viancos

–En los viajes puedes escribir desde distintas miradas…

–Creo que el género del viaje es donde están todos los géneros literarios. Está la escritura de viaje, el diario, la geografía, la ficción, el diario más íntimo, la mirada política e histórica. Para mí es un género que trae todos las escrituras posibles y por eso me encantó que se fuera madurando todo este tiempo que para mí ha sido un poco coincidente con mi trayectoria de escritora. Este viaje es un archivo y uno mismo es un archivo de cosas que se van superponiendo, que son muchos tiempos a la vez.

Para mí es un libro de la memoria de las fracturas que tienen las fronteras colectivas y personales. Quise desarrollar casi una hermenéutica al visitar cada lugar e interpretar  sus costuras. Combiné la escritura inmediata en el lugar, más fragmentaria, y luego lo más reflexivo, lo que permite hacer hilos culturales es algo posterior. Trabajé con las trizaduras de esos lugares,  con las fracturas de Chile en mi barrio de infancia y la memoria de una bicicleta que recorrió la dictadura, y con fracturas más lejanas, como los Balcanes o el Medio Oriente. Las fronteras son zonas ásperas, son zonas de tensión, muy pocas veces corresponden a imagen idealizada de la “globalización”.  Para experimentar la cara amable de la globalización debes haber pasado exitosamente las barreras geográficas, lingüísticas, culturas  y económicas (incluso la idea de la visa).  Las fronteras son, lamentablemente, zonas de muerte, de captura, de tráfico ilegal.

Y, por supuesto, quise trabajar la frontera como un territorio simbólico muy fructífero, porque todo el día cruzamos fronteras: del sueño a la vigilia, del silencio al lenguaje, cada vez que prendemos el computador y leemos algo, o cuando le escribimos a alguien estamos saliendo de nuestra subjetividad para llegar a la de otro. Y, claro, una cosa muy distinta es cruzar fronteras como viajero que quiere viajar voluntariamente, y lo otro como inmigrante ilegal, o perseguido político buscando asilo, refugiado, en red de trata de blancas, etcétera. Y mi viaje es de viajera, de una búsqueda, no te de una amenaza.

 

–En el libro comentas sobre cómo se tiende asociar a la literatura producida por mujeres con espacios cerrados y domésticos ¿cómo ha sido para ti esto de salir del “cuarto propio”? 

–Me cautivó, por eso en el prólogo hablo de una escritura en “cuartos ajenos”. Antes había escrito siempre sobre cosas muy intimistas que ocurrían al interior en casas, entre parejas o  padres e hijos, de modo que fue pensar otra estrategia literaria y también me obligó a documentarme más, porque antes siempre trabajé con ficción, pero aquí se trata de lugares, guerras y eventos históricos pero luego pasarlos por un tamiz creativo. Lo otro es que es menos habitual que las mujeres puedan registrar esa mirada junto con una visión histórica, política.  Además, fui encontrando fascinante lecturas, como Rebeca Solnit, Lauren Elkin, del itinerario de las mujeres en el espacio público, de cómo las mujeres caminan  y aparecieron las marchas del movimiento feminista.  Y, claro, hay viajeras en el siglo XIX que me gustan mucho y fueron bastante inspiradoras como Eduarda Mansilla, María Graham, Flora Tristán más adelante, también me encanta la faceta viajera de Gabriela Mistral.

–Quisiera destacar la intimidad que hay en el relato, es capítulos como Sarajevo o Alcalá ¿qué significa para revelar parte de tu vida?

–Es un poco incómodo, porque soy una persona muy pudorosa y por eso me escudo un poco en la ficción. En el libro estas crónicas ficcionales, o casi relatos,  dan la idea de que fuesen al pie de la letra y no, hay una parte en que viajar también es lo imaginado o lo temido, registrar las costuras de los espacios y las propias, y eso para mí es más importante. Para mí hay mucha reflexión sobre el oficio de escribir y  lo conjugué con el cruce cultural que me tocó heredar, que es un poco hilvanar tus propios hilos de identidad. Es detenerse en la existencia de  determinada coordenada espacio-temporal.

–Respecto a Clarice Lispector, agregas algunas de sus frases en tu libro, como «Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba» ¿Sientes propias estas palabras?

–Sí, me interpelan absolutamente. Hasta en un delirio, yo pensaría que las pude haber escrito en otra vida; tengo casi una contra transferencia psicoanalítica con ella; quizás porque también ella era una judía laica y su familia se vino de Europa a Latinoamérica por una persecusión.  Pero por sobre todo por su forma de desplegar el lenguaje y la deriva existencial.

–En Conversaciones con Isidora Aguirre relatas la vida de esta destacada dramaturga chilena ¿qué te inspiró a escribir sobre ella?

– Tuve la suerte de escucharla en una acotada entrevista, pero quedé sorprendida con caudal vital y creativo, le dije ‘por favor, te voy a visitar de nuevo y quiero grabar la conversación’. Empecé a estudiar de ella, porque tampoco sabía mucho y me facilitó su material, que era bastante inédito. Me fui formando en Isidora Aguirre a medida que la iba entrevistando semana a semana.  Ella fue una mujer de vanguardia, iba a los lugares, visitaba a los papeleros, iba donde los campesinos de Lonquimay y donde los mapuches de la IX Región, y además, fue un  testigo activo del siglo y de grandes transformaciones. Fue una mujer súper audaz y  estudiosa, con un sentido de tribu maravilloso y que es posible percibir a través de sus obras de teatro y de  su familia, a la que me fui integrando un poco al ser su biógrafa.

El reedición del libro es parte de un extenso proyecto que culmina con varias acciones en su Centenario: la donación y digitalización de su archivo teatral al Archivo Patrimonial de la Universidad de Santiago y cuya editorial publicará sus obras completas a fin de año.

–Dos de tus libros están con traducciones en marcha…

–Sí, No aceptes caramelos de extraños en Brasil con una editorial preciosa, Mundareu,  que tiene libros muy lindos solo de autores no brasileños; y ahora en Costa Rica por el sello Encino. Luego, mi primera novela que se llama Escenario de guerra saldrá pronto en Reino Unido, con la editorial Charco Press, que tiene un interesante catálogo de autores latinoamericanos. Iba a viajar a esas presentaciones, tenía ilusión de esos viajes pero no serán posibles.

Curso de Crítica Literaria 

 

Del 24 de junio al 12 de agosto
Programa e inscripciones: https://lajugueramagazine.cl/escuela/curso-critica-literaria/
Autoras a revisar: Jazmina Barrera (México), Claudia Hernández (El Salvador), Gabriela Cabezón (Argentina), Fernanda Trías (Uruguay), Mercedes Halfon (Argentina), Magela Baudoin (Bolivia), Daniela Alcívar (Bolivia) y Edwidge Danticat (Haití).

La Escuela de Crítica de Valparaíso es una coproducción de La Juguera Magazine y el Parque Cultural de Valparaíso