Su narrativa está marcada por una crítica hacia las relaciones familiares, de pareja y los límites del deseo sexual. En sus textos encuentra un espacio para experimentar y estirar el elástico de la moral. Por su talento narrativo, hoy es una de las autoras más destacadas en la escena literaria chilena.
Es chispeante y afable. Tiene una ondulada cabellera rubia que alisa con las manos cada tanto mientras conversa. Toma su café y se admite una mujer dispersa y caótica a la hora de empezar a trabajar, principalmente porque le teme a la planificación literaria de “una gran obra”. Andrea Jeftanovic (1970) no sólo aborda problemas complejos, como la pedofilia y el incesto, sino que además lo hace con bastante talento narrativo y su prosa ha sido definida como directa y punzante.
Sus temas sacan la basura oculta debajo de la alfombra de una mojigata sociedad chilena y sus cuentos apuntan a las relaciones familiares asfixiantes, todo a través de la infancia. En Hablan los hijos (Editorial Cuarto Propio), y en forma de ensayo, desglosa la figura de los niños en la literatura iberoamericana. Con No aceptes caramelos de extraños (Uqbar 2011) recibió el premio Círculo de Críticos de Arte de Chile como Mejor obra literaria del año pasado.
Narradora, ensayista y doctora en literatura hispanoamericana de la Universidad de California, también es autora de las novelas Escenario de guerra (Alfaguara, 2000; Baladí, 2010), Geografía de la lengua (Uqbar, 2007), Conversaciones con Isidora Aguirre (Frontera Sur, 2009) y Estéticas y discursos en la perspectiva infantil en literatura contemporánea (Cuarto Propio, 2011). El año pasado estuvo en Buenos Aires invitada por la Fundación Filba y sus cuentos llegarán a México a través de la editorial Seix Barral.
Sus narraciones generan escozor, tanto que Árbol genealógico fue censurado en Alemania y Estados Unidos, tachado de ser una apología a la pedofilia. Allí, padre e hija satisfacen impulsos sexuales y se trabaja la teoría del incesto. En Tribunal de familia el texto es llevado por la voz de la niña abusada. Pero la escritora rasga vestiduras en un país donde estalló el caso Karadima, uno de los mayores escándalos de abusos en la iglesia y donde todos los días, en los noticieros, aparece una denuncia parecida.
Material para escribir tiene de sobra y Jeftanovic rebobina casos emblemáticos de pederastas, lee expedientes de abusadores y construye sus historias de una forma fragmentaria e instintiva. “Leí que se va a implementar un registro público de pedófilos…La literatura es una forma de pensamiento, sea cual sea el género, ha reflexionado sobre los genocidios, las dictaduras y lo seguirá haciendo. Ahora, estamos frente a un fenómeno más privado y aberrante, la pedofilia y otras formas de abuso más simbólicas hacia los niños. El arte deberá, y lo está haciendo, reflexionar y dilucidar las oscuras razones de esta conducta”
-En “Hablan los hijos” hay un análisis que hace un cruce entre el abuso en la infancia y la pobreza. En Chile eso ha cambiado y durante estos años se han visibilizado casos en los estratos altos.
-Hay un denominador común con la perspectiva infantil en la literatura o en la dramaturgia, fue que las figuras infantiles abusadas no lo son sólo físicamente, también los son laboralmente y económicamente. Cuando fui estudiando historia de la infancia y sobre la antropología en este tema, todo esto de los vínculos con los hijos, en nuestro discurso que habla de apego y de los derechos del niño son una mentira. La verdad es que son muy abusados y ahora ya no son sólo los niños de escasos recursos. Ese es un tema del que se va a escribir… Hay un ensayista, se llama Fernando Blanco, que habla de que la perversión que había antes en el sistema político, ahora se traslada a las esferas privadas por eso se daría la pedofilia y el abuso.
-En Estados Unidos hay una sobrerreacción con la pedofilia, con padres que apenas pueden fotografiar a sus hijos de meses en una bañera. ¿Cómo fue que elegiste hablar de un tema tan sensible?
-Reconozco que son temas difíciles y desagradables, pero pienso que el arte es un espacio interesante para la experimentación moral, si todo el tiempo estamos siendo bombardeados con noticias sobre estos temas, en el plano ficcional, porque no escribir de eso como una posible explicación. El cuento sobre el padre y una hija es una respuesta de por qué ellos terminan de esa forma y en incesto… Desde la tragedia griega se habla de esos temas, y en el caso de la censura de Árbol genealógico fue que no se pudo publicar en la antología en Estados Unidos y Alemania.
-¿Cómo eliges el tratamiento de estos temas?
-Voy pensando, preguntándome donde he leído sobre esto, cómo puedes contarlo para explicar una sociedad perversa, corrupta y hasta con abusadores impunes, de los poderosos que son aún más impunes. Karadima recibe visitas oficiales, y el empresario que abusó de sus hijos estará dos o tres años con una condena que no tiene relación con el delito. En los cuentos, trabajo mucho desde el miedo literariamente y lo demás desde la antropología. Imagino cómo en los vínculos que debieran ser más seguros, está el mayor riesgo. También pensé en novelas paradigmáticas como Lolita y Humbert Humbert con su pulsión hacia las nínfulas…
-¿Qué lugar ocupa el niño como sujeto en la sociedad?
-Nuestra época es contradictoria respecto al sujeto infantil, por un lado se apunta a convertir al niño en una figura sagrada dentro del orden social, una figura que se mima, que se cuida, que “no se toca” y para el que se dirigen los mayores esfuerzos; pero, al mismo tiempo, es un sujeto excluido del orden civil por su condición de menor de edad que lo margina del mundo de la ley (…) Por ejemplo, paradójicamente, en la era pos capitalista se ha convertido no sólo en un potencial consumidor, sino también en una mercancía de intercambio simbólica y materialmente; un objeto de deseo presente en el mercado, en la publicidad y en clandestinas prácticas corporales de explotación. Los medios de comunicación muestran que los niños son “blanco” de los peores abusos: pederastia, explotación laboral, participación forzada en redes de tráfico, secuestros y más.
Has dicho que siempre te relacionan con el taller de Diamela Eltit, ¿te molesta esa mención?
– Es curioso que siempre me pregunten por ella cuando terminé ese taller en 1997. Pero siento que fui una privilegiada al asistir a un taller extenso, de dos años y medio, que ya no hace. Fue un espacio de rigor y estimulación intelectual increíble. Nos obligaba a buscar nuestro registro personal, nos leíamos entre nosotros, a autores consagrados, no había Internet como ahora, intercambiábamos películas, autores, libros. De ese grupo, por lo menos salimos seis autores y autoras que nos hemos dedicado a la literatura. Diamela es una interlocutora dadivosa, exigente y lúcida.
La escritora estuvo en primera fila en el movimiento estudiantil del año pasado, como profesora de la Universidad de Santiago. Se emocionó con ese movimiento transversal donde no sólo los afectados fueron los que pidieron un cambio, sino la sociedad completa. Andrea reflexiona: “Es triste pensar que tengo alumnos destacados y que el día de mañana van a ganar 500 mil pesos y tendrán que pagar 300 mil de crédito universitario”.
El abuso es la gran parábola de sus novelas y cuentos, Jeftanovic concluye que la violencia hacia a los niños es terrible, pero que también hay un abuso institucional, fruto de un poder que niega a ese sujeto y lo reduce a un cuerpo para seducir, ideologizar, usar. Explica que el abuso también es un deseo de ocupar ese cuerpo desde el poder religioso, político, económico. “Las empresas y los políticos abusan del medio ambiente, de la ciudadanía con sus gestiones individualistas y de corto plazo. Abusa la industria farmacéutica, la salud y la educación. Hasta el fenómeno de los indignados tiene que ver con ese “basta de abuso”, basta de poderosos impunes…” dice convencida.
Fuente: https://www.clarin.com/rn/literatura/Andrea-Jeftanovic-parabola-abuso_0_HJs-SA72D7e.html